Mitologia Japonesa: El joven pescador Urashima e Hiko-Hohodemi

Urashima
La historia, en su forma más simple, es como sigue: el joven pescador Urashima se hallaba en alta mar con su barca cuando vio venir hacia él una joven. Esta quiso llevarle a su casa y él la siguió hasta su distante reino de las aguas profundas, donde se alzaba un bellísimo palacio. La joven era la hija del rey, y Urashima se casó con ella. Al cabo de tres años de matrimonio feliz Urashima sintió el deseo urgente de ir a ver a sus padres. Su esposa era demasiado tierna para resistirle y, al partir, le entregó un cofrecillo gracias al cual podría volver al palacio del Dragón, a condición de no abrirlo jamás. Urashima regresó a su país natal y lo encontró totalmente cambiado. Ante su asombro vio que habían transcurrido setecientos años desde su partida y que su misteriosa desaparición era ya una tradición entre sus paisanos. Experimentando una gran confusión mental, y esperando hallar algún consuelo en el cofre entregado por su esposa a fin de poder volver al Reino del Dragón, levantó la tapa, y ante su enorme sorpresa vio unas volutas de humo que salían de su interior y volaban hacia el mar. Tan pronto como quedó vacío el cofre, todo el cuerpo del joven experimentó un intenso escalofrío, su cabello se tornó blanco y en conjunto se transformó en un viejo que contaba cientos de años. Allí mismo murió Urashima, y ahora tiene una capilla en la costa de Tango.

La historia de Urashima estimuló la invención de varios cuentistas que añadieron algunos detalles de creación propia. Una versión, probablemente del siglo XV, dice que Urashima, después de abrir el cofrecillo, se metamorfoseó en una grulla, ave que se supone vive centenares de años, y que él, como grulla, y su esposa, como tortuga, viven eternamente. Este cuento ilustra una particularidad de la edad: el rechazo de la gente a escuchar historias que tuvieran un carácter poco trágico a pesar de, o
quizás a causa del hecho de que fue una época de guerras y desintegración social. Por otra parte, un escritor moderno que ha dramatizado la historia pinta a Urashima como el representante típico del joven actual, que busca ideales soñadores sin grandes esfuerzos ni someterse a un entrenamiento metódico.

Una historia similar relativa a la hija del Rey del Mar se atribuye a la abuela del legendario fundador del Imperio.

Hiko-Hohodemi
Hiko-Hohodemi, «la llamarada», perdió en cierta ocasión un anzuelo que le había pedido a su hermano mayor Ho-no-susari, «la llama moribunda». Cuando el hermano mayor le rogó al menor que le devolviese el anzuelo, éste no supo qué hacer ni qué decir, pero una vieja deidad le aconsejó que viajase más allá del mar. Llamarada cruzó el mar en una barca y llegó a un palacio edificado con un material parecido a las escamas de los peces. Era la residencia del Rey del Mar, donde Hiko-Hohodemi conoció a una joven muy hermosa. Se llamaba Toyo-hama-hime, «La Dama con Abundancia de Joyas», hija del rey, y a éste le sedujo la idea de que su hija se casase con una deidad celeste, ya que Hiko-Hohodemi era descendiente de la diosa del Sol. Casada la pareja, vivieron muy felices durante tres años, cuando el esposo le reveló a su mujer que había llegado a su reino en busca del anzuelo perdido. Fue un asunto de poca monta para su suegro, el rey de las profundidades marinas, encontrar el anzuelo, por lo que Hiko-hohodemi regresó a su lugar natal seguido de su esposa.

Bien, una vez en su morada terrestre, la esposa dio a luz un niño. Pero antes del parto la madre, siguiendo la costumbre, fue trasladada a un pabellón construido para tal ocasión. Ella le pidió a su marido que no mirase dentro del pabellón en el momento del parto, porque en aquel trance debía tomar su forma original de mujer-dragón. Pese a su promesa, el esposo atisbo por una ventana y por eso su esposa abandonó a su marido y a su hijito y regresó a su palacio más allá del mar.

Las influencias budista y taoísta tuvieron suma importancia en el desenvolvimiento de la tradición de las hadas en el Japón, y los conceptos primitivos de existencias ideales o fantásticas quedaron, gracias a esas influencias, mucho más definidas y elaboradas. En general, las importaciones budistas fueron de dos categorías, siendo una las Devatas (en japonés Tennyo o Tennin, las doncellas celestiales), que vuelan por los cielos, y la otra es la de las Nagas (en japonés Ryujin o espíritus dragones), que residen en las profundidades marinas. La literatura china o taoísta introdujo el Hsien (en japonés Sennin), literalmente «los Hombres de las Montañas», que son seres celestiales, casi todos de origen humano y que ejecutan proezas mágicas, viviendo existencias inmortales. Son de ambos sexos, viejos y jóvenes, algunos de aspecto raro y otros con facciones nobles y hermosas, pero todos se alimentan con bocados ambrosíacos y llevan una vida de total emancipación, ni molestados ni ocupándose de los asuntos humanos. Aunque los seres de estas distintas categorías fueron ocasionalmente amalgamados en un nuevo reino de invención completamente japonesa, usualmente son algo muy distinto. Estudiaremos las tres categorías, una tras otra, y examinaremos algunas historias que ilustran el papel que desempeñan en la mitología del Japón.

Fuente: Masaharu Anesaki - Mitologia Japonesa

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